Sobre los Graffiti
Published by Daniel Agustín Hassan under on 21:39
En 1952 dos grandes representantes de nuestra cultura: Jorge Luis Borges y José Edmundo Clemente, publicaron una serie de ensayos sobre el lenguaje de Buenos Aires. Por supuesto, este análisis está ligado al tiempo en el que fue producido. La riqueza de la lengua y el habla de esta zona del país, explican los autores, es magnificada por el advenimiento de diferentes culturas, que en sí mismas convergen en para constituir a la población de Buenos Aires. Lo que me intrigó dentro de este hermoso libro, es un análisis que lleva a cabo Borges. En este observa las inscripciones que los carros llevan a cuesta, donde, cuenta el escritor, se podía leer “Que mira, envidioso” o “Siento orgullo”. Pero la que más había llamado la atención, junto a Xul Solar, al autor, es un carro que rezaba “No llora el perdido”. Desde esta perspectiva, entiendo yo; que la única aproximación a esta forma de expresión aquí en nuestro tiempo sería el Graffiti.
Pero para empezar preguntemos: ¿Qué es un Graffiti?: Un Graffiti es la oportunidad que tenemos potencialmente todos las personas que vivimos en una sociedad de propiedad privada, de prohibiciones y de pequeños espacios comunes, de expresarnos en la vía pública. El graffiti no se atiene a conformismos, el graffiti sale como una turba enloquecida con su mensaje a pegárselo en la cara al que quiera recibirlo. Es transgresor, porque invade la propiedad privada. Es efímero porque con un poco de pintura desaparece. Pero por sobre todo, no hace discriminación de su objetivo. Es universal. Políticos, empresas, sistemas, partidos, equipos de fútbol, religiones, Dios, personas comunes y corrientes; todos son virtuales personajes principales en el relato de un “graffitero”. Ejemplo: “Todos prometen, nadie cumple. Vote a nadie”. Muchos graffiti mandan un mensaje directo a la persona a la cual se quiere dirigir como por ejemplo “Ana te amo”. Pero bien muchos otros como el anterior, insistentes siempre desde su inmovilidad en el mismo asunto, son realizados con juegos de palabras. Vemos así que cada uno de sus signos vale por el contexto en el que está representado y variando así su significado. No sería lo mismo presentar este Graffiti al lado de un cartel de un candidato el cual su apellido sea: Nadie, ya que su significado perdería relevancia y (claro está) sería completamente distinto. Entonces entendemos que hay dos tipos de significados: el denotado y el connotado. Este graffiti nos hace pensar en que en el remoto caso de la existencia de una persona llamada nadie, él sería el encargado de cumplir con lo que todos prometen. Pero, por otro lado, el mensaje connotado en este texto es totalmente explícito, insiste al lector que la mejor opción de sufragio es la de anularlo, votar en blanco, a “Nadie” como nos da a entender el graffiti. Para dejar en claro esta explicación tomaremos a Roland Barthes que explica esta relación entre denotación y connotación de la siguiente forma: “Diremos pues que un sistema connotado es un sistema cuyo plano de expresión está constituido por un sistema de significación (…) los significantes de connotación que llamaremos connotadotes, están constituidos por signos (significado y significante reunidos) del sistema denotado. Varios signos cuando esté provisto de un solo significado de connotación”. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos que lo que en realidad quería el autor de “Todos prometen, nadie cumple. Vote a nadie” en realidad quería imponernos su idea de no votar o de votar en blanco.
Bien vemos cómo se expresan estas personas por el carácter de lo público que se vuelve su mensaje, pero ¿Quienes son realmente los “graffiteros”? Somos vos, yo, el, ella… todos. Los graffiti no son solamente esos murales que vemos pintados con aerosoles que dignos de verdaderos pintores. Estos se alzan en los murales más alejados y oscuros de la ciudad o incluso dentro de los subterráneos. Eso parecería inalcanzable para cualquiera de nosotros (la gente común). Pero detrás de esa gigantesca obra, están los graffiti que vemos escritos en los respaldos de los colectivos, o en los muros de los colegios, o en las paredes de una obra en construcción o de una casa abandonada. Estos pequeños graffiti se asoman, casi con vergüenza algunos, por debajo de carteles políticos o en algún muro interno o externo de algún colegio. Son muestras de gran lucidez política, fanatismo o intensas expresiones de sentimientos. Generalmente nos los figuramos como personas de entre quince a veinticinco años, pero nada del mundo restringe a personas de más o de menos a unirse a las pintadas.
Las inscripciones que hayamos en las paredes cuando caminamos por cualquier barrio de Buenos Aires son completamente distintas a las que podrían haber observado Clemente o Borges allá por los años 50. Quién pensaría con encontrarse en aquellos días por algún lugar escrito “Basta de Gatillo Fácil” o “El Pueblo Mentira”. Para diferenciar, la finalidad de uno y de otro (me refiero a las inscripciones en los carros y a los Graffiti con los que nos encontramos hoy en día) son muy distintas. Si bien ambos tipos de expresiones reflejan algún tipo de filosofía de vida, las paredes parecerían más provocativas, más instigadoras. La razón de esta diferencia queda aclarada en el momento en que planteamos la posibilidad del anonimato en cualquier Graffiti. Esa posibilidad nos abre la puerta a expresar nuestros más profundos sentimientos, sin necesidad de revelar nuestra identidad, quedando así satisfechos por poder confesarle a las paredes lo que a nadie nunca quisimos confesar. Un ejemplo clarísimo de este anonimato lo vemos en el siguiente Graffiti: “L: aunque no sirva de nada, te quiero. M”. Quién podría decir que este chico, o esta chica, no está satisfecho/a; ya sin un peso arriba de sus hombros.
Las paredes hablan también de política, ya que esta ciudad es una gran interesada en este tipo de temas en los cuales algunos jóvenes no gustan de ser excluidos. Muchas veces me he topado con un cartel que particularmente me interesó que decía: “El nacionalismo avanza”. Este muchas veces estaba acompañado por agregados que hacen alusión una futura reconquista de las Islas Malvinas y no precisamente por mediaciones diplomáticas. Sin embargo no todo es color de rosas por donde uno puedo poner el ojo. He visto muchos graffiti políticos que no esperan nada a cambio, ni apoyo, ni enojo, nada; están impregnados de la más pura angustia y desolación. Este es el caso de “El Reino Unido, jamás será vencido” o “Los militares son unos hijos de mil puntos finales” y también el más desgarrador de todos “La Justicia ya falló”. No nos deja espacio ni para las lágrimas, inmediatamente rememoramos la indignante historia Argentina de hace menos de cuarenta años. Estas marcas nunca podrán ser extirpadas del inconciente popular. Todos los argentinos somos presos de ese pasado que nos persigue con la sombra de la economía, de la educación, pero sobre todo de la moral. Todos los argentinos lo hemos heredado. La herida continua abierta y sangrando.
Repasamos las funciones de este peculiar tipo de expresión cuando se ubica la atención del escritor en política o en sentimientos personales (en búsqueda implacable de volverse públicos). ¿Pero qué pasa con la gente a la cual no le interesa hacer ninguna de estas cosas? El otro día volviendo a mi casa distinguí más o menos cuatro veces repetida en una misma cuadra la palabra: “noise”. Pero no estaba sola esta palabra, no, la acompañaban un montón de otras de las cuales sólo pude anotar en mi cuaderno dos: “nash” y “RH2”. No fue la velocidad del micro la que me impidió anotar todas las palabras, era la tipografía con la cual estaba escrita. Vemos puntualmente (a mi entender) un ejemplo de globalización por el cual está atravesando el mundo. Hace sólo 20 años este tipo de palabras no formarían parte del repertorio de los graffiti que adornan las calles. Pero el advenimiento de Internet, más la tendencia de la sociedad consumista y capitalista a importar todo y apropiárselo generó estas subculturas basadas en este tipo de expresiones. Para ahondar en el tema tenemos que tener en cuanta la cualidad de Buenos Aires para ser puerto, no sólo de mercancías, sino también de ideas. Si el lector quisiese, con sólo una salida a la calle más cinco minutos de su tiempo puede maravillarse con la cantidad de mensajes en inglés plasmados en las paredes de cualquier edificio de su barrio. Todo esto lo digo excluyendo a las direcciones de mails, Fotolog, Facebook, Blog o MySpace.
Inundada por las culturas diferentes tanto del interior como del exterior, “Porque eso es Buenos Aires; esperanza prolongada, continuo llegar. Puerto” las expresiones del habla y el tesoro de la lengua porteña en esencia mantienen esa peculiaridad. Pero la gente no es la misma y la cultura y la historia no son las mismas tampoco. Entonces podríamos preguntar: ¿Qué pasa? ¿Por qué cambia todo? La respuesta está en una sola palabra: Tiempo. El tiempo modifica, modificó y modificará a la sociedad e incluyendo con ella a la lengua. Así nos da a entender Saussure cuando dice: “el tiempo altera todas las cosas; no hay razón para que la lengua escape a esta ley universal”.
Pero para empezar preguntemos: ¿Qué es un Graffiti?: Un Graffiti es la oportunidad que tenemos potencialmente todos las personas que vivimos en una sociedad de propiedad privada, de prohibiciones y de pequeños espacios comunes, de expresarnos en la vía pública. El graffiti no se atiene a conformismos, el graffiti sale como una turba enloquecida con su mensaje a pegárselo en la cara al que quiera recibirlo. Es transgresor, porque invade la propiedad privada. Es efímero porque con un poco de pintura desaparece. Pero por sobre todo, no hace discriminación de su objetivo. Es universal. Políticos, empresas, sistemas, partidos, equipos de fútbol, religiones, Dios, personas comunes y corrientes; todos son virtuales personajes principales en el relato de un “graffitero”. Ejemplo: “Todos prometen, nadie cumple. Vote a nadie”. Muchos graffiti mandan un mensaje directo a la persona a la cual se quiere dirigir como por ejemplo “Ana te amo”. Pero bien muchos otros como el anterior, insistentes siempre desde su inmovilidad en el mismo asunto, son realizados con juegos de palabras. Vemos así que cada uno de sus signos vale por el contexto en el que está representado y variando así su significado. No sería lo mismo presentar este Graffiti al lado de un cartel de un candidato el cual su apellido sea: Nadie, ya que su significado perdería relevancia y (claro está) sería completamente distinto. Entonces entendemos que hay dos tipos de significados: el denotado y el connotado. Este graffiti nos hace pensar en que en el remoto caso de la existencia de una persona llamada nadie, él sería el encargado de cumplir con lo que todos prometen. Pero, por otro lado, el mensaje connotado en este texto es totalmente explícito, insiste al lector que la mejor opción de sufragio es la de anularlo, votar en blanco, a “Nadie” como nos da a entender el graffiti. Para dejar en claro esta explicación tomaremos a Roland Barthes que explica esta relación entre denotación y connotación de la siguiente forma: “Diremos pues que un sistema connotado es un sistema cuyo plano de expresión está constituido por un sistema de significación (…) los significantes de connotación que llamaremos connotadotes, están constituidos por signos (significado y significante reunidos) del sistema denotado. Varios signos cuando esté provisto de un solo significado de connotación”. Podríamos decir, sin temor a equivocarnos que lo que en realidad quería el autor de “Todos prometen, nadie cumple. Vote a nadie” en realidad quería imponernos su idea de no votar o de votar en blanco.
Bien vemos cómo se expresan estas personas por el carácter de lo público que se vuelve su mensaje, pero ¿Quienes son realmente los “graffiteros”? Somos vos, yo, el, ella… todos. Los graffiti no son solamente esos murales que vemos pintados con aerosoles que dignos de verdaderos pintores. Estos se alzan en los murales más alejados y oscuros de la ciudad o incluso dentro de los subterráneos. Eso parecería inalcanzable para cualquiera de nosotros (la gente común). Pero detrás de esa gigantesca obra, están los graffiti que vemos escritos en los respaldos de los colectivos, o en los muros de los colegios, o en las paredes de una obra en construcción o de una casa abandonada. Estos pequeños graffiti se asoman, casi con vergüenza algunos, por debajo de carteles políticos o en algún muro interno o externo de algún colegio. Son muestras de gran lucidez política, fanatismo o intensas expresiones de sentimientos. Generalmente nos los figuramos como personas de entre quince a veinticinco años, pero nada del mundo restringe a personas de más o de menos a unirse a las pintadas.
Las inscripciones que hayamos en las paredes cuando caminamos por cualquier barrio de Buenos Aires son completamente distintas a las que podrían haber observado Clemente o Borges allá por los años 50. Quién pensaría con encontrarse en aquellos días por algún lugar escrito “Basta de Gatillo Fácil” o “El Pueblo Mentira”. Para diferenciar, la finalidad de uno y de otro (me refiero a las inscripciones en los carros y a los Graffiti con los que nos encontramos hoy en día) son muy distintas. Si bien ambos tipos de expresiones reflejan algún tipo de filosofía de vida, las paredes parecerían más provocativas, más instigadoras. La razón de esta diferencia queda aclarada en el momento en que planteamos la posibilidad del anonimato en cualquier Graffiti. Esa posibilidad nos abre la puerta a expresar nuestros más profundos sentimientos, sin necesidad de revelar nuestra identidad, quedando así satisfechos por poder confesarle a las paredes lo que a nadie nunca quisimos confesar. Un ejemplo clarísimo de este anonimato lo vemos en el siguiente Graffiti: “L: aunque no sirva de nada, te quiero. M”. Quién podría decir que este chico, o esta chica, no está satisfecho/a; ya sin un peso arriba de sus hombros.
Las paredes hablan también de política, ya que esta ciudad es una gran interesada en este tipo de temas en los cuales algunos jóvenes no gustan de ser excluidos. Muchas veces me he topado con un cartel que particularmente me interesó que decía: “El nacionalismo avanza”. Este muchas veces estaba acompañado por agregados que hacen alusión una futura reconquista de las Islas Malvinas y no precisamente por mediaciones diplomáticas. Sin embargo no todo es color de rosas por donde uno puedo poner el ojo. He visto muchos graffiti políticos que no esperan nada a cambio, ni apoyo, ni enojo, nada; están impregnados de la más pura angustia y desolación. Este es el caso de “El Reino Unido, jamás será vencido” o “Los militares son unos hijos de mil puntos finales” y también el más desgarrador de todos “La Justicia ya falló”. No nos deja espacio ni para las lágrimas, inmediatamente rememoramos la indignante historia Argentina de hace menos de cuarenta años. Estas marcas nunca podrán ser extirpadas del inconciente popular. Todos los argentinos somos presos de ese pasado que nos persigue con la sombra de la economía, de la educación, pero sobre todo de la moral. Todos los argentinos lo hemos heredado. La herida continua abierta y sangrando.
Repasamos las funciones de este peculiar tipo de expresión cuando se ubica la atención del escritor en política o en sentimientos personales (en búsqueda implacable de volverse públicos). ¿Pero qué pasa con la gente a la cual no le interesa hacer ninguna de estas cosas? El otro día volviendo a mi casa distinguí más o menos cuatro veces repetida en una misma cuadra la palabra: “noise”. Pero no estaba sola esta palabra, no, la acompañaban un montón de otras de las cuales sólo pude anotar en mi cuaderno dos: “nash” y “RH2”. No fue la velocidad del micro la que me impidió anotar todas las palabras, era la tipografía con la cual estaba escrita. Vemos puntualmente (a mi entender) un ejemplo de globalización por el cual está atravesando el mundo. Hace sólo 20 años este tipo de palabras no formarían parte del repertorio de los graffiti que adornan las calles. Pero el advenimiento de Internet, más la tendencia de la sociedad consumista y capitalista a importar todo y apropiárselo generó estas subculturas basadas en este tipo de expresiones. Para ahondar en el tema tenemos que tener en cuanta la cualidad de Buenos Aires para ser puerto, no sólo de mercancías, sino también de ideas. Si el lector quisiese, con sólo una salida a la calle más cinco minutos de su tiempo puede maravillarse con la cantidad de mensajes en inglés plasmados en las paredes de cualquier edificio de su barrio. Todo esto lo digo excluyendo a las direcciones de mails, Fotolog, Facebook, Blog o MySpace.
Inundada por las culturas diferentes tanto del interior como del exterior, “Porque eso es Buenos Aires; esperanza prolongada, continuo llegar. Puerto” las expresiones del habla y el tesoro de la lengua porteña en esencia mantienen esa peculiaridad. Pero la gente no es la misma y la cultura y la historia no son las mismas tampoco. Entonces podríamos preguntar: ¿Qué pasa? ¿Por qué cambia todo? La respuesta está en una sola palabra: Tiempo. El tiempo modifica, modificó y modificará a la sociedad e incluyendo con ella a la lengua. Así nos da a entender Saussure cuando dice: “el tiempo altera todas las cosas; no hay razón para que la lengua escape a esta ley universal”.
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