El Taxista
Published by Daniel Agustín Hassan under on 15:31
Era hora de ir a buscar a mi hermana, me pedí el taxi y diez minutos después estaba en la puerta de la casa de V…. Me despedí de ella y me encaminé. Entre por la puerta de atrás después de haber cruzado con luz amarilla el semáforo. Entré balbuceando –Hola, buenas noches. Pasteur y Corrientes, buscamos a alguien y seguimos hasta Pueyrredón y San Luis por favor—dije. Lo típico, uno le lanza a la cara la dirección a la que quiere ir y se pone a mirar el teléfono o la calle. Bueno me dijo y arrancó. De fondo sonaba el himno nacional. No supuse nada raro, eran las doce. Que mierda que es esto dijo de pronto. Antes de reaccionar, quedé bastante descolocado confieso, y no se porque atiné a decir si, la verdad no se porque lo pasan. Dobló por Gallo y encaró hacia Sante Fe.
No tenía mal aspecto para nada atemorizante, voz fuerte y profunda, cabello corto tirando a pelado y cada uno mas plateado que el otro. Chomba color verde y jeans. Sus ojos se escondían detrás de unos lentes redondos que me hacen pensar en Lennon. Se notaba que la calle era suya, se la comía con la mirada. Ya por Santa Fe pasamos una pareja entre muchas en la calle. Pero esta en particular le llamó la atención a mi acompañante.
-- ¿Viste a ese pelotudo? El frío que hace y él en mangas cortas.- dijo.
-- Si, la verdad es que yo en el departamento sentí un poco de frío y salí abrigado—En realidad llevaba puesto mi buzo de siempre.
-- Cómo va a salir así a la calle—Yo en realidad no lo sabía, tampoco me importaba.
Continué callado un rato más y él también. Doblamos por una después de Larrea (que no se como se llama) para llegar hasta Corrientes. Casi llegando a Córdoba sonaba en la radio un tema de Michael Jackson.
-- ¿Qué radio es esta?— le pregunté porque me estaba aburriendo.
-- La Rock and Pop—me dijo.
-- ¿No sabe a qué hora está Dolina?—dije intentando agregar algo al silencio que dejó su respuesta anterior.
-- No ni idea, yo escucho a una mina, no me acuerdo como se llama, a eso de las cuatro de la tarde. Está re loca. Sólo de sexo habla con esos dos putos que están con ella. Realmente es para cagarte de risa.
-- ¿Si?… a que hora está
-- Desde las cuatro de la tarde en la esta radio. Mirá, yo empiezo a trabajar a las cuatro y desde ahí la empiezo a escuchar. Está totalmente loca. A veces me suben unas minas y le tengo que bajar el volumen, porque cualquier cosa dicen. No les importa nada. —Y mostrándome una sonrisa de oreja a oreja buscando mi aprobación continuó. —Una vez se me subió una vieja y me dijo “que asquerosa esta mujer, cómo puede ser que la pongan en este horario”. Yo le dije, no se señora, yo estaba escuchando un informativo y de pronto me pusieron a esta. ¡Ja ja! – rió aprobando su historia. Para no desentonar largué una risa medio histérica que se confundió rápido con la de él.
-- Acá, entrando por Pasteur—dije.
-- ¡Uh pibe!—me dijo y mandó el volantazo. —Me tenés que avisar, mirá casi lo pasé por arriba a ese de la moto—
-- Disculpe señor.
Llegamos hasta la puerta de la casa de la amiga de mi hermana. Estacionó frente al departamento. Los que conocen Buenos Aires, ya se habrán dado cuenta de que esa zona no es la mejor para andar a eso de las una y menos para quedarse estacionado. Se lo comenté al taxista.
-- Si, está tardando tu hermana, ya le avisaste vos.
-- Si me dijo que ya bajaba.
-- ¿Viste esos que pasaron recién? Que jodida esta zona. Lo que pasa es que son todos peruanos, bolivianos y que se yo. —Continuaba con su cháchara con tintes fascistas mientras yo no veía la hora de que E... llegara.
De pronto una chica bajó del mismo edificio del que mi hermana tendría que salir. Llevaba puesta una remera a rayas rosadas y amarillas, unos jeans y una campera negra abierta. Del otro lado de la calle, lo esperaba un tipo con un sobretodo negro.
-- Mirá como le vende la droga, yo no alcanzo a ver muy bien, pero vos desde ahí seguro que la ves.
-- Si ahí se nota. – En realidad no vi nada, pero fingí verlos así calmaba los ánimos de mi compinche, el cual insistía en su teoría de la droga.
-- En esta ciudad si que no se salva nadie.
Cuando los dos jóvenes se encaminaban abrazados hacia la avenida salía mi hermana. Se me ocurrió pensar que sólo eran novios y que él la venía a buscar a ella para llevarla al cine (sesión muy nocturna). Pero me distraje cuando entró mi hermana con un pique corto desde la puerta del edificio a la del taxi. Nuestro hombre disparó lo más rápido posible de ese lugar y tomó otra calle (no se cual) es en dirección a Pueyrredón.
-- Holaaaaaa. —Dijo E….
-- Hola—dijimos al unísono el señor y yo.
-- No sabes los ñoquis que comí herma. Muy ricos, los preparó la mamá de M…., decí que me quedé a comer, porque estaban muy ricos.- Dijo ella.
-- Además se los preparó la mamá—dije
-- Siiiiiiiii, no sabes lo rico que…
-- ¡¿Con carne?!—interrumpió nuestro amigo.
-- Si si.
-- Uh que rico, mi señora me los prepara de calabaza.
-- Además eran caseros—agregó
-- Bueno, pero no es gran cosa hacer eso. En un ratito y ya está.
-- Si, pero lleva su tiempo y hay que tenerlo para hacerlos bien.
-- Eso es verdad, yo que laburo, los fines de semana nomás puedo hacerlos. Mi mujer los prepara con calabaza, no se si te lo dije, le quedan re ricos. Además le agrega la carne que los deja muy sabrosos.
-- Uh que rico—dijo E…, mientras me daba cuenta de que ella se estaba haciendo una idea de la naturaleza de nuestro colorido personaje.
-- Recién estaba hablando con tu hermano de lo peligrosa que es esta zona. Cómo vos tardabas…- Todo lo dijo mirándome desde el espejo retrovisor.
Yo escuchaba como en la radio empezaba una canción de los Beatles. Luego de estar un poco fuera del taxi y un poco dentro me di cuenta de que me hablaba a mí. Es cierto dije, y agregué la pequeña historia de un amigo que vivía por este barrio y como le habían robado. Resulta que no quiso pagar un taxi, se fue caminando y le afanaron todo, hasta la campera.
-- Si hubiese ido en taxi no le robaban nada. Yo una vez, estaba andando y vi como un par de pibes lo estaba maniatando a otro. Frene el coche y me bajé. Agarré una llave, una de esas de pico de loro, y les grité que lo soltaran. Al toque se me vino al humo uno. Pero el otro, se ve que era más vivo, le dijo que se dejara de joder y dispararon los dos. Te juro que si se me acercaba un poco más, le reventaba la cabeza. Se la abría y lo dejaba ahí tirado y me las tomaba. Al otro día lo iban a encontrar muerto al loco.
En ese momento se hizo un espeso silencio, nadie habló excepto la tenue vos de Lennon que de fondo armoniosamente aconsejaba “All you need is love”. La cara de mi hermana se confundía con un no saber para donde rajar y un hora que le digo a este para que no se lo tome a mal. No hicimos más que lo previsible, asentimos estúpidamente con un movimiento automático en forma descendente y ascendente de nuestras cabezas.
Ya casi llegando a Pueyrredón nuestro chofer, por cierto instruido en el tema, agregó.
-- En esta ciudad uno tiene que andar siempre con un fierro bajo el saco. Si cada dos por tres te vienen estos negros a joderte la vida. Yo se lo pelo nomás y si dan dos pasos hay que tirar hermano. Mirá si te afanan el revolver. Hay que tirar nomás hermano. ¡HOLA SEÑORITA, NO, NO VE QUE ESTOY OCUPADO! CHAU MI AMOR. Es una cosa… me persiguen las mujeres. Si, ustedes se ríen pero es así nomás… Bueno como te decía pibe, no se puede andar a estas horas por esta ciudad de mierda. Uno siempre tiene que andar preparado para este tipo de cosas. Yo particularmente prefiero el fierrazo y chau viste. —En ese momento estábamos llegando a las esquina de casa. — ¿Los dejo en la esquina chicos o como vamos?
-- Acá en la esquina está bien señor. —Mientras buscaba tontamente monedas para llegar doce pesos.
Agradezco que las encontrara y entre los cinco pesos de mi hermana llegamos pagarle lo que debíamos. Gracias dijimos ambos despidiéndonos del peculiar sujeto.
-- Vayan chicos, yo los miro desde acá para que entren tranquilos a su edificio. —Fue lo último que escuché que dijo.
Cruzamos al trote con el semáforo en amarillo alumbrándonos las espaldas desde la puerta del taxi al edificio. Entramos lo más rápido posible. Una bocina resonó en la noche de domingo y las luces se extraviaron en la profundidad de la avenida.
No tenía mal aspecto para nada atemorizante, voz fuerte y profunda, cabello corto tirando a pelado y cada uno mas plateado que el otro. Chomba color verde y jeans. Sus ojos se escondían detrás de unos lentes redondos que me hacen pensar en Lennon. Se notaba que la calle era suya, se la comía con la mirada. Ya por Santa Fe pasamos una pareja entre muchas en la calle. Pero esta en particular le llamó la atención a mi acompañante.
-- ¿Viste a ese pelotudo? El frío que hace y él en mangas cortas.- dijo.
-- Si, la verdad es que yo en el departamento sentí un poco de frío y salí abrigado—En realidad llevaba puesto mi buzo de siempre.
-- Cómo va a salir así a la calle—Yo en realidad no lo sabía, tampoco me importaba.
Continué callado un rato más y él también. Doblamos por una después de Larrea (que no se como se llama) para llegar hasta Corrientes. Casi llegando a Córdoba sonaba en la radio un tema de Michael Jackson.
-- ¿Qué radio es esta?— le pregunté porque me estaba aburriendo.
-- La Rock and Pop—me dijo.
-- ¿No sabe a qué hora está Dolina?—dije intentando agregar algo al silencio que dejó su respuesta anterior.
-- No ni idea, yo escucho a una mina, no me acuerdo como se llama, a eso de las cuatro de la tarde. Está re loca. Sólo de sexo habla con esos dos putos que están con ella. Realmente es para cagarte de risa.
-- ¿Si?… a que hora está
-- Desde las cuatro de la tarde en la esta radio. Mirá, yo empiezo a trabajar a las cuatro y desde ahí la empiezo a escuchar. Está totalmente loca. A veces me suben unas minas y le tengo que bajar el volumen, porque cualquier cosa dicen. No les importa nada. —Y mostrándome una sonrisa de oreja a oreja buscando mi aprobación continuó. —Una vez se me subió una vieja y me dijo “que asquerosa esta mujer, cómo puede ser que la pongan en este horario”. Yo le dije, no se señora, yo estaba escuchando un informativo y de pronto me pusieron a esta. ¡Ja ja! – rió aprobando su historia. Para no desentonar largué una risa medio histérica que se confundió rápido con la de él.
-- Acá, entrando por Pasteur—dije.
-- ¡Uh pibe!—me dijo y mandó el volantazo. —Me tenés que avisar, mirá casi lo pasé por arriba a ese de la moto—
-- Disculpe señor.
Llegamos hasta la puerta de la casa de la amiga de mi hermana. Estacionó frente al departamento. Los que conocen Buenos Aires, ya se habrán dado cuenta de que esa zona no es la mejor para andar a eso de las una y menos para quedarse estacionado. Se lo comenté al taxista.
-- Si, está tardando tu hermana, ya le avisaste vos.
-- Si me dijo que ya bajaba.
-- ¿Viste esos que pasaron recién? Que jodida esta zona. Lo que pasa es que son todos peruanos, bolivianos y que se yo. —Continuaba con su cháchara con tintes fascistas mientras yo no veía la hora de que E... llegara.
De pronto una chica bajó del mismo edificio del que mi hermana tendría que salir. Llevaba puesta una remera a rayas rosadas y amarillas, unos jeans y una campera negra abierta. Del otro lado de la calle, lo esperaba un tipo con un sobretodo negro.
-- Mirá como le vende la droga, yo no alcanzo a ver muy bien, pero vos desde ahí seguro que la ves.
-- Si ahí se nota. – En realidad no vi nada, pero fingí verlos así calmaba los ánimos de mi compinche, el cual insistía en su teoría de la droga.
-- En esta ciudad si que no se salva nadie.
Cuando los dos jóvenes se encaminaban abrazados hacia la avenida salía mi hermana. Se me ocurrió pensar que sólo eran novios y que él la venía a buscar a ella para llevarla al cine (sesión muy nocturna). Pero me distraje cuando entró mi hermana con un pique corto desde la puerta del edificio a la del taxi. Nuestro hombre disparó lo más rápido posible de ese lugar y tomó otra calle (no se cual) es en dirección a Pueyrredón.
-- Holaaaaaa. —Dijo E….
-- Hola—dijimos al unísono el señor y yo.
-- No sabes los ñoquis que comí herma. Muy ricos, los preparó la mamá de M…., decí que me quedé a comer, porque estaban muy ricos.- Dijo ella.
-- Además se los preparó la mamá—dije
-- Siiiiiiiii, no sabes lo rico que…
-- ¡¿Con carne?!—interrumpió nuestro amigo.
-- Si si.
-- Uh que rico, mi señora me los prepara de calabaza.
-- Además eran caseros—agregó
-- Bueno, pero no es gran cosa hacer eso. En un ratito y ya está.
-- Si, pero lleva su tiempo y hay que tenerlo para hacerlos bien.
-- Eso es verdad, yo que laburo, los fines de semana nomás puedo hacerlos. Mi mujer los prepara con calabaza, no se si te lo dije, le quedan re ricos. Además le agrega la carne que los deja muy sabrosos.
-- Uh que rico—dijo E…, mientras me daba cuenta de que ella se estaba haciendo una idea de la naturaleza de nuestro colorido personaje.
-- Recién estaba hablando con tu hermano de lo peligrosa que es esta zona. Cómo vos tardabas…- Todo lo dijo mirándome desde el espejo retrovisor.
Yo escuchaba como en la radio empezaba una canción de los Beatles. Luego de estar un poco fuera del taxi y un poco dentro me di cuenta de que me hablaba a mí. Es cierto dije, y agregué la pequeña historia de un amigo que vivía por este barrio y como le habían robado. Resulta que no quiso pagar un taxi, se fue caminando y le afanaron todo, hasta la campera.
-- Si hubiese ido en taxi no le robaban nada. Yo una vez, estaba andando y vi como un par de pibes lo estaba maniatando a otro. Frene el coche y me bajé. Agarré una llave, una de esas de pico de loro, y les grité que lo soltaran. Al toque se me vino al humo uno. Pero el otro, se ve que era más vivo, le dijo que se dejara de joder y dispararon los dos. Te juro que si se me acercaba un poco más, le reventaba la cabeza. Se la abría y lo dejaba ahí tirado y me las tomaba. Al otro día lo iban a encontrar muerto al loco.
En ese momento se hizo un espeso silencio, nadie habló excepto la tenue vos de Lennon que de fondo armoniosamente aconsejaba “All you need is love”. La cara de mi hermana se confundía con un no saber para donde rajar y un hora que le digo a este para que no se lo tome a mal. No hicimos más que lo previsible, asentimos estúpidamente con un movimiento automático en forma descendente y ascendente de nuestras cabezas.
Ya casi llegando a Pueyrredón nuestro chofer, por cierto instruido en el tema, agregó.
-- En esta ciudad uno tiene que andar siempre con un fierro bajo el saco. Si cada dos por tres te vienen estos negros a joderte la vida. Yo se lo pelo nomás y si dan dos pasos hay que tirar hermano. Mirá si te afanan el revolver. Hay que tirar nomás hermano. ¡HOLA SEÑORITA, NO, NO VE QUE ESTOY OCUPADO! CHAU MI AMOR. Es una cosa… me persiguen las mujeres. Si, ustedes se ríen pero es así nomás… Bueno como te decía pibe, no se puede andar a estas horas por esta ciudad de mierda. Uno siempre tiene que andar preparado para este tipo de cosas. Yo particularmente prefiero el fierrazo y chau viste. —En ese momento estábamos llegando a las esquina de casa. — ¿Los dejo en la esquina chicos o como vamos?
-- Acá en la esquina está bien señor. —Mientras buscaba tontamente monedas para llegar doce pesos.
Agradezco que las encontrara y entre los cinco pesos de mi hermana llegamos pagarle lo que debíamos. Gracias dijimos ambos despidiéndonos del peculiar sujeto.
-- Vayan chicos, yo los miro desde acá para que entren tranquilos a su edificio. —Fue lo último que escuché que dijo.
Cruzamos al trote con el semáforo en amarillo alumbrándonos las espaldas desde la puerta del taxi al edificio. Entramos lo más rápido posible. Una bocina resonó en la noche de domingo y las luces se extraviaron en la profundidad de la avenida.
3 comentarios:
Me encantó Dani!!!
Historia real?
yes historia real jajaj
por qué hablarán tanto? jaja!
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